¿Alguna vez has tenido la experiencia de asistir a un concierto con una orquesta masiva, donde más de ochenta músicos llenan el escenario con su presencia y su música llena el aire con una energía abrumadora? ¿O quizás has sido testigo de un concierto de música popular donde el escenario rebosa de artistas y el sonido alcanza niveles que desafían los límites de la percepción humana? En nuestra época actual, es fácil caer en la creencia de que un escenario lleno y un volumen ensordecedor equivalen a una experiencia musical de calidad superior o a una mayor capacidad de disfrute. Si bien esta suposición tiene su dosis de verdad, ya que la música a alto volumen puede incitar al canto, al baile y a otras formas de expresión, existe otro tipo de música que puede provocar respuestas físicas más sutiles, pero igualmente poderosas, como la conocida sensación de “piel de gallina”.
Después de muchos años inmersa en el vibrante mundo de la música, he llegado a la conclusión de que la simplicidad es un elemento crucial. Esta noción puede parecer un tanto pasada de moda en una era donde la complejidad y la velocidad son la norma, pero cuando se trata de la expresión sonora, estoy firmemente convencida de que “menos es más”. Esta filosofía, popularizada por el renombrado arquitecto germano-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe (Aachen, 1886 – Chicago, 1969), trasciende los campos creativos de la arquitectura y el diseño y encuentra un eco profundo en el mundo de la música. La esencia de la música reside en su capacidad para transmitir emociones y provocar una respuesta emocional en el oyente. A menudo, esta conexión se logra mejor a través de la claridad y la pureza de la melodía y la armonía. Es en los momentos de sencillez y vulnerabilidad musical donde se abre el espacio para la contemplación y la reflexión más profunda. Como un lienzo en blanco que espera ser llenado con pinceladas de emoción y significado, la música simple o minimalista invita al oyente a sumergirse en su propia experiencia interior.




El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe y algunas de sus obras más famosas:
1. Edificio Seagram en Estados Unidos.
2. Pabellón de Barcelona en España.
3. Federal Chicago Center en Estados Unidos.
Imágenes tomadas de: https://stylishclub.pt/news-media/mies-van-der-rohe-less-is-more/
A menudo, la música que nos eriza la piel es aquella que toca temas universales como el amor, la pérdida, la esperanza o la nostalgia. Estos temas, combinados con una ejecución magistral y una interpretación sincera, pueden llegar a lo más profundo de nuestro ser y resonar con nuestras propias experiencias y sentimientos. La musicología sistemática, junto con diversas ramas de la psicología y la medicina, se ha dedicado a estudiar este efecto en las personas y a comprender qué causa específicamente estas descargas de dopamina cuando escuchamos algo que nos gusta y nos provoca placer. Esto es sin duda alguna un tema complejo, pero en este post, y como ya es costumbre, hablaré desde mi propia experiencia. Algunos de los ejemplos que a mí me han transportado a otro mundo y me han erizado la piel cada vez que los escucho existen tanto en el mundo de la música clásica como en otros.
El primer ejemplo es la obra La Fille aux cheveux de lin (La niña de los cabellos de lino) del francés Claude Debussy (1862-1918). Como su nombre lo indica, esta obra es de extrema inocencia y delicadeza y es parte del libro Préludes, Livre 1 (Preludios, libro 1), un compendio de 24 piezas cortas para piano solo compuestas entre los años 1909 y 1919. Debussy es ampliamente reconocido como el primer compositor asociado con el Impresionismo Musical. Sin embargo, ¿qué implica exactamente el término “Impresionismo” en la música? El Impresionismo Musical fue una corriente artística que se desarrolló a fines del siglo XIX y principios del XX en Francia. Al igual que en la pintura, donde los impresionistas buscaban capturar la esencia de una escena a través de pinceladas sueltas y evocativas, los compositores impresionistas buscaban transmitir impresiones y estados de ánimo a través de la música, creando atmósferas sugestivas que evocaban imágenes y sensaciones en la mente del oyente.
Durante el verano de 2023, visitamos el Museo de Orsay de París. Uno de los máximos exponentes del impresionismo en la pintura fue el francés Claude Monet (1840-1926). En la galería de fotos se pueden ver algunas de sus obras en la exposición permanente del museo:
1. Trouée de soleil dans le brouillard (Londres, el Parlamento. Claro de sol entre la neblina), 1903.
2. Nymphéas bleus (Nenúfares azules), 1916–1919.
3. Le Bassin aux nymphéas, harmonie verte (El estanque de los lirios, Armonía Verde), 1898.
4. La Pie (La Urraca), 1868–1869.
5. Femmes au jardin (Mujeres en el jardín), 1866.
6. Coquelicots (Amapolas), 1873.
7. Guía del Museo de Orsay.
La primera vez que escuché la obra La fille aux cheveux de lin fue durante un concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile cuando yo aún estaba en el colegio. No recuerdo exactamente de qué se trató el concierto, pero sí recuerdo claramente cómo el pianista, que acababa de tocar de solista junto a la orquesta, comenzó a tocar esta miniatura de Debussy para el bis. Quedé completamente fascinada por su magnífica belleza. Debido a que estaba sentada bastante lejos del escenario, no pude oír bien al pianista presentar el bis, así que al final del concierto, corrí a buscar a mi amigo Cristián Gutiérrez, cellista de la orquesta, para preguntarle el nombre de esta obra. Cristián me habló un poco sobre la pieza y sobre Debussy, a quien apenas conocía en esos años. Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue buscar la obra en YouTube para poder escucharla nuevamente. Desde ese momento, quedé profundamente cautivada por la música de Claude Debussy y comencé a considerarlo un genio. ¿Cómo no hacerlo, si Debussy ingresó al prestigioso Conservatorio de París con apenas 10 años? En el siguiente video se puede escuchar una versión preciosa de la obra interpretada por el gran pianista italiano Arturo Benedetti Michelangeli y grabada en París en 1978.
Podría extenderme mucho más sobre Debussy y el Impresionismo, pero dejaré ese tema para más adelante. En este post, mi intención es demostrar que la belleza en la música también se puede encontrar en obras simples. En el repertorio orquestal más reciente, específicamente en las bandas sonoras, también podemos encontrar obras maravillosas y evocativas. Uno de mis compositores favoritos en este ámbito es el estadounidense John Williams (1932), quien capturó la simplicidad en su banda sonora para la película La Lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg. Es imposible escuchar esta pieza y no conmoverse hasta las lágrimas, especialmente cuando es Itzhak Perlman quien interpreta el tema principal de la película en su violín. Williams ha sido un colaborador habitual en las películas de Spielberg. Sin embargo, cuando Spielberg le presentó el proyecto, Williams consideró que era algo demasiado difícil de llevar a cabo, más que nada por la carga emocional que conllevaba, y le dijo: “Necesitas un compositor mejor que yo para esta película”. A lo que el director respondió: “Lo sé. ¡Pero están todos muertos!”.
Como último ejemplo, me referiré a la música popular. Hay innumerables canciones que nos erizan la piel, ya sea por su lírica o por sus melodías. Algunos ejemplos que vienen a la mente son Love me Tender de Elvis Presley, Yesterday de The Beatles, Somewhere over the Rainbow interpretada por Israel “IZ” Kamakawiwoʻole, en un cover de la canción homónima de la película El Mago de Oz (1939), Love of My Life de Queen, entre muchas otras. Esta lista podría ser interminable si además consideramos los gustos personales y la diversidad de la música popular en todos los idiomas del mundo. Sin embargo, aquí me enfocaré en dos dúos que aprecio mucho por su música emotiva y sencilla. El primero es Simon & Garfunkel, quienes, a pesar de su complicada relación profesional, lograron crear canciones memorables que invitan a la reflexión. Dos de mis favoritas son The Sound of Silence (El sonido del silencio), grabada en 1964, y Bridge over Troubled Water (Puente sobre aguas turbulentas), publicada en 1970. Es esta última la que más me conmueve cada vez que la escucho. El otro dúo es The Carpenters, formado por los hermanos Karen y Richard Carpenter a finales de los años 60. De ellos, una de las canciones más bonitas es Close to You (Cerca de ti), lanzada en 1970 y donde destaca la hermosa voz de Karen.

Letra extraída de: https://genius.com/Simon-and-garfunkel-bridge-over-troubled-water-lyrics
Nota aclaratoria: Esta traducción no es oficial y se ha facilitado a efectos de este texto.

Letra extraída de: https://www.azlyrics.com/lyrics/carpenters/theylongtobeclosetoyou.html
Nota aclaratoria: Esta traducción no es oficial y se ha facilitado a efectos de este texto.
En un mundo lleno de distracciones y ruido, es como si estas melodías que nos erizan la piel tuvieran el poder de detener el tiempo a nuestro alrededor y darnos un momento de profunda conexión con nuestro propio y complejo mundo interior. La música que nos llega hasta el fondo del alma puede manifestarse de muchas maneras: una melodía bonita, un solo de violín, una armonía especial, entre otras. Personalmente, encuentro que son las canciones más simples las que con frecuencia tienen este impacto emocional. Ello destaca el poder que tiene la música para conectarnos con nuestras emociones más profundas. Cuando asistas a un concierto o simplemente te sientes a escuchar música, presta atención a esos momentos que te producen esa sensación tan especial, pues es aquí donde la verdadera “magia” de la música se manifiesta. No es necesario esperar a escuchar algo complicado; a veces, la belleza y la emoción se encuentran en las canciones más simples. Recuerda, ¡a menudo, menos es más!
Referencias:
- Musée d’Orsay, París. https://www.musee-orsay.fr/es








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