El Liceu Sax Festival 2024 tuvo lugar entre el 12 y el 14 de abril de este año. Se trata de un evento que tiene lugar cada dos años en el Conservatorio del Liceo, institución pedagógica creada en 1837 en Barcelona. El festival está organizado por el saxofonista catalán Albert Julià y su clase de saxofón y cuenta con conciertos, clases magistrales y talleres, entre otras actividades. Además de destacar por su alto nivel técnico y musical, los alumnos de esta clase cultivan estrechas relaciones entre sí, lo que contribuye a crear un ambiente positivo y alegre. Este aspecto rara vez se encuentra en los conservatorios de alto nivel, ya que la ambición y la competitividad entre los alumnos tienden a generar conflictos internos, que rara vez se abordan.






La primera vez que estuve en el Festival Liceo Sax fue durante su cuarta edición en 2020, justo unos días antes del cierre total debido a la pandemia del COVID-19. Por aquel entonces estudiaba un máster de música de cámara con mi cuarteto gracias a una beca que nos concedió el mismo conservatorio. En aquella edición, los artistas invitados fueron el saxofonista francés Jean-Ives Fourmeau, el saxofonista polaco Pawel Gusnar y el saxofonista portugués João Pedro Silva. Recuerdo haber tocado con el Barcelona Sax Project, un conjunto de saxofones que se organiza para cada edición del festival y en el que participan músicos que ya forman parte del mundo laboral. Recuerdo las conferencias a las que asistí, las clases magistrales que escuché y lo agradable que fue compartir con otros jóvenes saxofonistas. Este año, tuve el placer de volver a encontrarme con João Pedro Silva, invitado a esta edición junto con el saxofonista japonés Nobuya Sugawa, el colombiano Javier Ocampo y el joven saxofonista vasco Iñaki Bermúdez.


Algunos de los afiches promocionales de las ediciones 2020 y 2024 del Liceu Sax Festival.
Esta vez, y gracias a que estaba viviendo en Barcelona, pude participar en el festival, pero desde otra perspectiva. Mis tareas giraron en torno a la moderación, en primer lugar de “L’Hora del Cafè”, una instancia de conversación distendida con los invitados, y en segundo lugar en la mesa redonda sobre pedagogía musical. La primera hora del café fue con Nobuya Sugawa, conocido como Sugawa-sensei o Sugawa-san, una de las superestrellas en el mundo del saxofón clásico y quien siempre ha sido un referente para mí desde que comencé a estudiar saxofón allá en Chile. Durante mi carrera como saxofonista, he tenido un par de clases magistrales con él, de las cuales la más reciente fue con el Cuarteto Vela en Aarhus, Dinamarca. Sin embargo, nunca había podido conversar con Sugawa-san y esta vez fue posible con la ayuda de un traductor. Los asistentes también pudieron hacer muchas preguntas, y lo que más nos sorprendió a todos fue que Sugawa-san se considera un saxofonista que todavía necesita estudiar y trabajar duro. Lo que pensé en ese momento fue: “si él no se considera un buen saxofonista, ¿qué nos queda a los demás?”. Sin embargo, esta es una característica típica de los japoneses, que destacan por trabajar duro hasta alcanzar la perfección en todos los ámbitos, sin importar el tiempo que les lleve hacerlo. Recuerdo haber visto el documental Jiro Dreams of Sushi (2011), del director estadounidense David Gelb, un largometraje que narra la vida de Jiro Ono, un maestro del sushi de 85 años y propietario de Sukiyabashi Jiro, un restaurante de Tokio con tres estrellas Michelin. En él solo pueden ser atendidos diez comensales a la vez, y han cenado celebridades internacionales como Barack Obama. El documental gira en torno a la constante búsqueda de la perfección de Jiro en el arte del sushi. Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue que el chef encargado de preparar el tamagoyaki, un omelette o tortilla de huevo japonés, había dedicado diez años únicamente a perfeccionar su técnica de cocción del huevo. No le interesaba aprender ni gestionar nada más dentro del restaurante, ya que su única obligación era cocinar el tamagoyaki a la perfección. En aquel momento, esto me pareció casi absurdo; ¿cómo podía alguien dedicar gran parte de su vida profesional a cocinar huevos? Sin embargo, ahora me doy cuenta de que esta tarea no estaba tan lejos de lo que hacemos los músicos. Pasamos años intentando mejorar nuestra técnica, repitiendo los mismos ejercicios, haciendo escalas ascendentes y descendentes con todas las variaciones posibles, tocando notas largas durante el mayor tiempo posible, entre otras muchas cosas.
Además de compartir detalles de su forma de estudiar y preparar el repertorio para sus conciertos, Sugawa-san insistió en compartir un consejo muy importante con todos los asistentes. Para él, es y ha sido muy importante ser intérprete durante toda su vida. Sin embargo, recalcó la importancia de tener un “plus one” (más uno/algo más). Con esto se refería a hacer algo más que simplemente tocar el saxofón clásico, como desarrollar la capacidad de componer, tocar jazz, por ejemplo. Esto me hizo pensar mucho, porque hay muy pocos profesores que te den este tipo de consejos en el mundo de la música clásica. Lo normal es que te inculquen una obsesión inagotable por alcanzar la perfección en cuanto al dominio del instrumento y nada más, ya que explorar otras áreas podría considerarse una “distracción”. Durante mis estudios, esto siempre me creó un conflicto interno, ya que desde siempre he tenido otros intereses y habilidades, pero nunca tuve mucho tiempo libre para profundizar en ellos, porque todos los días estaba ocupada practicando durante horas interminables. Así que me alegró mucho que un músico tan importante como Sugawa-san compartiera este consejo con todos nosotros, especialmente para inspirar a los jóvenes saxofonistas que empiezan su carrera musical profesional.



Otro punto interesante del festival para mí fue el debate que tuvo lugar en torno a la pedagogía musical. Durante muchos años, he tenido una opinión bastante crítica con respecto a cómo se enseña música en los conservatorios de todo el mundo. Esta problemática quedó retratada en la película Whiplash (2014), donde se puede ver el maltrato psicológico y a veces físico al que a menudo se enfrentan los músicos de élite. Aunque nunca sufrí maltrato físico durante mis estudios, muchos de mis compañeros y yo sí experimentamos maltrato psicológico disfrazado de comentarios despectivos y destructivos en nombre de esta búsqueda incesante de la perfección. En esta jerarquía, al profesor se le otorga casi el estatus de divinidad, algo bastante normalizado en las instituciones de élite, ya sean conservatorios de música o de danza. Sin embargo, esta forma de enseñar está hoy en día obsoleta. Aunque es bueno que exista una jerarquía entre profesor y alumno, nunca debe traspasar los límites del respeto. Que algunos músicos sean considerados estrellas mundiales en sus respectivos campos no significa que tengan un control total sobre la vida del alumno y, desde luego, no les da derecho a denigrar a sus jóvenes aprendices. Estos patrones negativos solo generan sentimientos nocivos que amenazan el bienestar físico y psicológico de los alumnos. Curiosamente, este anticuado método de enseñanza lleva a los profesores a olvidar por completo su principal tarea en la educación: instruir y guiar al alumno y no demostrar quién tiene más poder en el aula. Durante la segunda hora del café, pude conversar con el saxofonista João Pedro Silva, quien tiene una destacada trayectoria tanto musical como pedagógica. Me alegró mucho escuchar los comentarios positivos de quienes tuvieron una clase magistral con él. João Pedro es una persona muy accesible, sencilla y amable con todo el mundo, aspectos que también se reflejan en su forma de enseñar. Durante nuestra conversación, hizo hincapié en la importancia de la comunicación a la hora de guiar a un alumno, aspecto en el que todos los presentes estuvieron de acuerdo.
Como última tarea, tuve que presentar los conciertos que formaban parte del festival. Al principio, sentí que mi contribución era más bien insignificante, sin embargo, me di cuenta de que estaba equivocada y me esforcé al máximo por hacerlo lo mejor posible. Como resultado, tuve muchas apariciones esporádicas en el escenario que resultaron ser más dinámicas de lo que había planeado. En definitiva, me encantó formar parte de esta edición del Liceu Sax Festival, donde pude recordar lo que significa ser intérprete, conocer a la nueva generación de saxofonistas del conservatorio y pasar tiempo con viejos amigos. Sin embargo, lo que más me gustó fue comprobar que los tiempos están cambiando y que la experiencia dentro de un conservatorio de élite no tiene por qué ser para nada negativa. Las nuevas generaciones están más acostumbradas a hablar de temas como la salud mental, la autoestima personal y la autovaloración, temas inexistentes en el antiguo modelo educativo de los músicos de élite. Esto no significa que se perderá la esencia de un conservatorio, reflejada en la admiración del alumno por su profesor, sino que se abrirá la puerta a un mayor diálogo e intercambio de ideas en torno a una fórmula de enseñanza sana y edificante para todos.
Agradecimientos:
Me gustaría agradecer al mítico Albert Julià por invitarme a ser parte de esta edición del Liceu Sax Festival y al aula de saxofón del Conservatori Liceu por permitirme utilizar muchas de sus fotos para esta publicación.























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