En junio de este año, la Wiener Philharmoniker (Orquesta Filarmónica de Viena) se presentó en la Philharmonie de Colonia bajo la dirección de Lorenzo Viotti. El programa incluía el Capriccio Espagnol, op. 34 (1887), de Nikolái Rimski-Kórsakov, La Isla de los Muertos (1908) de Sergei Rachmaninoff y la Sinfonía N.° 7 (1885) de Antonín Dvořák. Esta fue mi primera vez escuchando a esta afamada orquesta en vivo y debo admitir que su renombre y prestigio están plenamente justificados. Al residir en Alemania, he tenido la oportunidad de escuchar a un sinnúmero de orquestas, tanto nacionales como internacionales, por lo que estoy acostumbrada a un nivel altísimo tanto de ejecución como de musicalidad. A pesar de ello, la Filarmónica de Viena me sorprendió en gran manera, pues elevaron el nivel de ejecución aún más de lo esperado. No es por nada que esta orquesta era altamente valorada por compositores como Richard Wagner, Anton Bruckner, Johannes Brahms y Gustav Mahler.
Algunas fotos del concierto en la Kölner Philharmonie.
La obra que más ansiaba escuchar era el Capriccio Espagnol de Rimski-Kórsakov, una pieza que descubrí cuando era muy joven y que siempre me ha gustado mucho por su diversidad rítmica y melódica. Al escuchar a orquestas de este nivel, es normal ser un poco más crítico que con otras, pues la Filarmónica de Viena se ha esforzado por esculpir, mantener y promover durante muchos años una imagen de nobleza y perfección. Lo primero que me llamó la atención fue que la orquesta no siempre seguía al director. En el mítico solo de violín del tercer movimiento (“Alborada”), el concertino simplemente comenzó a tocar a una velocidad mucho más alta que aquella indicada por el director. Esto ocasionó que el director lo mirase y tuviera que incrementar el tempo del movimiento completo. Desde mi punto de vista, este tipo de situaciones no debería darse en una orquesta de este nivel, aunque comencé a pensar que este incidente podría ir más allá de un simple error y que se trataba más bien de una lucha de jerarquías y autoridades entre el joven director, quien tiene apenas 34 años, y el experimentado concertino Volkhard Steude. De todas maneras, este pequeño impasse fue casi una anécdota y ciertamente no marcó toda la velada, ya que hubo momentos memorables al tratarse de una orquesta de tan alto nivel. Por ejemplo, cuando la orquesta tocaba en dinámicas muy suaves o durante las melodías interpretadas por el clarinete, quien, a mi juicio, fue el solista más destacado de la agrupación.
Capriccio Espagnol, op. 34, de Nikolái Rimski-Kórsakov, interpretado por la NDR Elbphilharmonie Orchester en la fantástica Gran Sala de la Elbphilharmonie de Hamburgo bajo la dirección del norteamericano Alan Gilbert.
La Filarmónica de Viena fue fundada en 1842 por el compositor y director de orquesta prusiano Carl Otto Ehrenfried Nicolai y surgió como la primera orquesta profesional austriaca independiente. En aquella época, solo existían orquestas profesionales asociadas a los teatros u orquestas formadas para ocasiones específicas con músicos profesionales y amateurs. Desde ese primer momento y hasta el día de hoy, la orquesta ha abrazado la tradición como vía directa hacia la excelencia musical. Al ver a la orquesta 182 años después de su fundación, me pareció retroceder en el tiempo y volver a una época donde la discriminación de género era pan de cada día. Lo primero que pensé al ver a los músicos en el escenario fue: “¡Qué pocas mujeres hay!”. Desde su creación, la Filarmónica de Viena solo aceptaba a hombres blancos, pues deseaban promover una imagen pura, sin manchas. A pesar de que a veces había mujeres que tocaban en la orquesta para programas específicos, la primera mujer que fue miembro de esta orquesta fue la arpista húngara Anna Lelkes, quien, luego de tocar por más de 20 años junto a la orquesta como “no miembro”, fue incluida en la agrupación recién en 1997. Esta inclusión casi milagrosa no se llevó a cabo por iniciativa de la propia orquesta, sino que fue el resultado de la presión ejercida por diferentes instituciones, tanto gubernamentales como organizaciones privadas, que promueven la integración e inclusión de las mujeres en el mundo laboral. El punto de inflexión fue cuando antes de un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York en 1996 se encontraron con un boicot encabezado por la International Alliance for Women in Music (IAWM, en español: Alianza Internacional para las Mujeres en la Música), como resultado de un artículo del compositor y musicólogo norteamericano William Osborne, quien expuso sus críticas a unas polémicas declaraciones de algunos miembros de la misma orquesta.

Retrato del musicólogo y compositor William Osborne sacado de su página web: http://www.osborne-conant.org/.
Muchas orquestas internacionales relacionaban la raza con un estilo particular de hacer música. Creían que la homogeneidad étnica y de género también resultaba en una superioridad estética, fomentando la falsa idea de que el talento estaba ligado a la raza.1 En su afán de mantener una imagen “austriaca”, la Filarmónica de Viena tampoco aceptaba a miembros de minorías étnicas, y si había algún extranjero, este debía parecer centroeuropeo (blanco). En una transcripción de la entrevista titulada “Wie so geh’ nie so” (se podría traducir como “Cómo no ir nunca así”), realizada en la Westdeutscher Rundfunk (WDR, en español: Radio Estatal de Alemania Occidental) el 13 de febrero de 1996, tres músicos de la orquesta, un sociólogo vienés y un director de coro intercambiaron una serie de comentarios alarmantes en referencia a la presencia de mujeres y extranjeros en la orquesta. El sociólogo Roland Goettler, especializado en grupos elitistas o que se separan de las normas sociales, dijo: “Lo que he notado, y que es interesante, es que la Filarmónica de Viena nunca aceptaría a un japonés o algo así. Si aceptaran a uno, esto también pondría en tela de juicio el carácter noble de la cultura vienesa. ¡Pero esto no es racista!”2 El director de coro Elke Mashe-Blankenberg continuó: “En el mundo de la música se cuentan muchas… eh… digamos, pequeñas bromas eróticas que tienen que ver con el sexismo. Esto no fluye tan libremente si una mujer trompetista está sentada allí. Entonces, como dicen los hombres del grupo, deben permanecer “limpios”. He oído este argumento muchas veces, que las mujeres destruyen el ambiente, y que los hombres quieren permanecer entre ellos mismos”.3 Helmut Zaertner, segundo violinista de la orquesta, afirmó: “Desde el principio hemos hablado de las cualidades vienesas especiales, de la forma de hacer música aquí […] no es solo una habilidad técnica, sino algo que tiene mucho que ver con el alma. El alma no se deja separar de las raíces culturales que tenemos aquí en Europa Central. Y tampoco se deja separar del género”. Sí, así tal cual lo dijeron en la Radio Estatal de Alemania Occidental. Basándonos en toda la conversación, queda claro que estamos frente a comentarios extremadamente racistas y sexistas que, con gran ironía, desmantelan la imagen homogénea, superior, pura y casi perfecta que esta orquesta ha buscado proyectar durante toda su existencia.

Captura de pantalla de la página web de la Filarmónica de Viena, en donde presumen de ser un conjunto tradicional: “Quizá no existe otro conjunto musical más consistente y estrechamente asociado a la historia y la tradición de la música clásica europea que la Filarmónica de Viena.” https://www.wienerphilharmoniker.at/en/orchestra
Mientras escribía este texto, me encontré con un documental que no involucra a la Filarmónica de Viena, pero sí a una orquesta de calibre similar. En 1994, Brenda Parkerson dirigió el documental titulado Abbie Conant – Allein unter Männern (Abbie Conant – Sola entre los hombres). Su protagonista, Abbie Conant, es una trombonista norteamericana quien ha estado en la cumbre de la interpretación del trombón por muchos años. Con una vasta carrera en Estados Unidos, Abbie fue parte de la orquesta del Royal Opera House en Turín donde tocaba en la posición de primer trombón. Según ella misma cuenta en el documental, su trabajo le gustaba, sin embargo, la orquesta tocaba en su mayoría óperas italianas por lo que llegó a la conclusión de que debía estar en una orquesta de más alto nivel. Ella sabía que las orquestas eran mejores en el norte de Europa, así que decidió presentarse a 11 orquestas que tenían puestos disponibles en Alemania y Austria. Curiosamente, a pesar de su dominio del instrumento y su destacada trayectoria, Abbie solo recibió una invitación para audicionar. Esta provenía de la Filarmónica de Múnich y estaba dirigida a un tal “Herr Abbie Conant” (Señor Abbie Conant). El día de su audición, Abbie cuenta que toda la orquesta estaba presente. La primera ronda se realizó detrás de una cortina, un mecanismo utilizado frecuentemente por las orquestas alrededor del mundo para propiciar el fair play, es decir, que todos los participantes sean juzgados puramente a base de sus capacidades musicales, dejando fuera otros factores que podrían ser perjudiciales para el candidato, como su apariencia, sexo, raza, entre otros. Abbie era la participante número 16 de 33 en total y llegó hasta la última ronda, donde se enfrentó a un alemán. Para su sorpresa, ella ganó la audición y tuvo el puesto de trabajo en una de las orquestas más prestigiosas del mundo. En ese momento, el director era el famosísimo Sergiu Celibidache, quien pronto comenzó a limitar las actividades de Abbie. Además, hacía comentarios como “no puedes tocar cierto repertorio” o “deberías especializarte solo en repertorio francés”.4 Finalmente, le dijo directamente que necesitaba a un hombre para el puesto de primer trombón. Desde ese momento, Abbie se dio cuenta de que los obstáculos que enfrentaba no se debían a su talento musical, sino al machismo profundamente arraigado en la cultura orquestal europea.
Retrato de la trombonista Abbie Conant sacado de su página web: http://www.osborne-conant.org/.

Un día, Abbie fue llamada a una reunión antes de un ensayo, donde le dijeron que Celibidache había dicho: “O ella se va o me voy yo.” Abbie, en total shock, pensó en hablar con el director para preguntarle qué podía hacer para complacerlo, ya que deseaba continuar en la orquesta; sin embargo, todo esto fue en vano. Luego de haber sido insultada por Celibidache frente a toda la orquesta —pues en una ocasión, después de subir al escenario, le gritó: “Verlassen Sie die Stelle!” (¡Deja el atril [de 1er trombón]!)— Abbie fue degradada a tocar el segundo trombón. Fue después de aquel incidente que ella y su abogado decidieron enviar una carta a la orquesta apelando a la decisión. Contrario a lo que sus familiares y amigos le aconsejaron, Abbie decidió luchar por sus derechos. Todo el proceso duró aproximadamente trece años, durante los cuales se buscaron críticas, se señalaron posibles errores de interpretación durante los conciertos e incluso se obligó a Abbie a hacer exámenes pulmonares para ver si realmente tenía capacidad suficiente de aire para tocar el trombón solista. Al no encontrar pruebas consistentes (o reales) en contra de su desempeño laboral, Abbie pudo recuperar su posición de primer trombón, aunque Celibidache ordenó que se le pagara un sueldo significativamente inferior al que merecía. Sí, Celibidache llegó al extremo de realizar algo ilegal debido a su posición privilegiada de “intocable” y su obstinada mentalidad machista. Abbie y su esposo, el musicólogo William Osborne previamente mencionado, decidieron contactar al Centro para la Igualdad de la Mujer, denunciando el pago y trato profesional injusto que Abbie estaba recibiendo. La respuesta de la directora del centro, para el shock de todos, fue que Abbie debía esperar a que la Filarmónica de Múnich tuviera un director más “woman-friendly” (más amigable hacia las mujeres). Ni siquiera las muchas cartas que Abbie y su esposo enviaron a Georg Kronawitter, el alcalde de Múnich en ese momento y un ferviente admirador de Sergiu Celibidache, ni los abogados de la unión representante de los músicos de orquesta, que se suponía debían haberlos ayudado, eran esperanzadoras. La respuesta final de Kronawitter fue que deberían dejar de insultar al “Maestro”. Este incidente, sin dudas, atrajó la atención de muchos en Alemania, aunque la Filarmónica de Múnich no estaba exenta de controversias a raíz de su director. Sergiu Celibidache, claramente un egómano, criticaba y minimizaba constantemente la labor de sus colegas directores y músicos. Durante una gira de la orquesta en España, específicamente en Madrid, Celibidache habló de muchos músicos de manera despectiva. Lo que llegó hasta la prensa fue su forma de referirse a la célebre violinista alemana Anne-Sophie Mutter, de quien dijo: “Es como una gallina que está tocando el violín”.5 Después de todo lo que conllevó el juicio y el poco apoyo recibido tanto de sus colegas de la orquesta como de la ciudad misma, Abbie Conant dejó a la orquesta que tantos problemas le dio y se convirtió en la primera mujer profesora de una cátedra de trombón en Alemania en la Staatliche Hochschule für Musik Trossingen (Universidad Estatal de Música de Trossingen).
El documental Abbie Conant – Allein unter Männern (Abbie Conant – Sola entre los hombres), en inglés y alemán, se encuentra disponible YouTube.

Foto de Sergiu Celibidache obtenida desde la página web de la Filamónica de Múnich: https://www.mphil.de/en/label/sergiu-celibidache
La historia de Abbie Conant y las diversas formas de discriminación que enfrentó solo por ser mujer dejan mucho en qué pensar. Si bien se podría argumentar que esto ocurrió en la década de los 80 y que hemos avanzado mucho como sociedad desde entonces, la verdad es que no es así, y tampoco se avanza a la misma velocidad en todas partes. Volviendo al tema inicial de este texto, es increíble que, mientras la mayoría de las orquestas europeas se esfuercen por mantener una plantilla diversa y balanceada, la Filarmónica de Viena aún mantiene una mentalidad tradicional y una imagen anticuada, haciendo poco por cambiarla. Para quienes asistimos a conciertos con regularidad, es un poco extraño entrar a una magnífica sala de conciertos y ver solo un puñado de mujeres y casi ningún extranjero sobre el escenario, casi como si aún estuviéramos en una sociedad colonial. Esto es, sin lugar a dudas, una pena, ya que dudo que la orquesta baje de nivel solo por incluir a esos “otros” a quienes han ignorado por casi dos siglos.
Hoy en día, la Filarmónica de Viena cuenta con 21 mujeres de un total de 142 miembros y ninguna mujer integra las filas de las trompetas, trombones y percusión, instrumentos generalmente atribuidos a los hombres. La Filarmónica de Múnich presenta un panorama un poco más esperanzador, aunque no lo suficiente, ya que cuenta con 35 mujeres de un total de 118 músicos y tampoco tienen a ninguna mujer en esas problemáticas filas. Como mencioné al principio, el concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena en Colonia fue fantástico y lo disfrutamos mucho. La ejecución de las piezas fue impecable y la calidad sonora, extraordinaria. Sin embargo, el concierto me dejó pensativa y con un sabor amargo al reflexionar sobre la situación actual en el mundo de la música clásica. A pesar del evidente talento y la excelencia artística de la orquesta, es desconcertante ver cómo hoy en día aún persisten las viejas tradiciones y las barreras en cuanto a diversidad e inclusión.

Footnotes:
- Osborne, William (1996) Art Is Just an Excuse. Gender Bias in International Orchestras. IAWM Journal, pp. 6-14. http://www.osborne-conant.org/excuse.htm ↩︎
- Entrevista en la WDR https://www.sas.upenn.edu/~traister/vpo.html (traducción propia). ↩︎
- Ibid. ↩︎
- Frases sacadas del documental Abbie Conant – Allein unter Männern de Brenda Parkerson, https://www.youtube.com/watch?v=TvFw6KX8VVs&t=49s ↩︎
- Rubio, A. F. (1991, October 10). Celibidache contra todo. El País. https://elpais.com/diario/1991/10/11/cultura/687135609_850215.html?event=regonetap&event_log=regonetap&prod=REGONETAP&o=regonetap ↩︎







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